Cuando los pacientes se quejan, por algo será.
A veces, los profesionales sanitarios comentan que un paciente es hiperdemandante o hiperfrecuentador. Esta es una forma suave y políticamente correcta de expresarlo. Esto genera, sin duda, rechazo hacia los pacientes. Estos pacientes requieren multitud de pruebas diagnósticas y tratamientos no siempre necesarios. Como resultado, hay frustración y decepción entre pacientes y familiares. Los profesionales experimentan estrés y rechazo. Además, el sistema sanitario se satura.
Y esta situación va creciendo como la bola de nieve que cae montaña abajo. Ante este escenario, que parece no tener fin, debemos avanzar algunas reflexiones. Este artículo no pretende más que generar un espacio de reflexión compartida por profesionales, pacientes, familias y sistema. Y si sale algún cambio en la forma de pensar, ese cambio probablemente facilitará nuevas formas de ver las cosas. Podría también facilitar nuevas formas de abordarlas.
Un artículo de Joan Carles March, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, decía algo importante. La humanización no es solo ser amables con los pacientes. Y es cierto, porque si somos amables solo en palabras y no en hechos no habremos avanzado mucho.
Una de las demandas más frecuentes de los pacientes en el sistema sanitario es por quejas somáticas. Esto se refiere a síntomas sin una expresión orgánica diagnosticada. Estos síntomas pueden afectar a diferentes órganos o aparatos, como el digestivo, neurológico, osteoarticular o genitourinario. Un conflicto subyace detrás de la queja. La persona no es capaz de afrontarlo. De ese modo, el síntoma se presenta como una solución ineficaz a conflictos de relación interpersonal. Y no encuentran hallazgo médico que justifique sus quejas. Esto resulta en decepción para ellos. También causa decepción para los profesionales sanitarios. Muchas veces esto genera una necesidad de encontrar esa etiqueta diagnóstica que justifique la queja. Esta situación provoca el rechazo de los profesionales, que no pueden responder a esas demandas. Además, provoca el descontento del paciente, que se siente incomprendido. No se debe olvidar los costes económicos de sus continuas peticiones de consulta para el sistema de salud.
Debemos buscar soluciones para este tipo de queja somática una vez llegado a este punto. De lo contrario, el paciente va a seguir apuntando en esa dirección. Los profesionales van a tener que practicar una medicina defensiva. Lo harán para protegerse de futuras demandas de carácter legal. Una vez identificado el problema que pueda tratarse de una queja somática, en el contexto de un trastorno somatomorfo podemos aplicar lo siguiente:
No encontrar un diagnóstico clínico basado en pruebas de imagen, de laboratorio o en la exploración física no significa que el paciente no sufra. El paciente puede presentar los síntomas que expresan su demanda.
Hablar con la familia, su pareja o cualquier referente del paciente nos puede acercar al problema y por ello, tratarlo.
Validar los síntomas subjetivos del mismo modo que los signos objetivos puede ser una forma de humanizar la atención sanitaria.
La educación sanitaria va más allá que informar sobre hábitos saludables. También debe encaminarse al conocimiento y accesibilidad al sistema sanitario. Además, es importante la utilización correcta de los recursos sanitarios.
Esto puede facilitar que el paciente aprenda a depender menos del sistema sanitario. También puede disminuir la toma de fármacos no estrictamente necesarios. Además, puede ayudar al paciente a retomar sus responsabilidades. Cuando los demás suplen estas responsabilidades porque «él no puede», se consolida un beneficio que fortalece las quejas.
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