El lenguaje corporal: cuando tus gestos hablan por ti

Tal vez deberíamos expresar con más precisión que nuestra postura, la forma en que nos comunicamos con los demás a través de nuestros gestos, distancia, mirada y posición condicionan nuestra conducta social, nos hace más o menos poderosos e influyentes ante los demás, y lo que es más importante, ante nosotros mismos.

 

Sí, ante nosotros mismos, ya que nuestro lenguaje corporal influye significativamente en nuestro estado de ánimo, del mismo modo que nos sentimos influidos por el entorno, por las amenazas, ya sean reales o imaginadas. No nos perturban las cosas sino la percepción que tenemos de ellas, decía Epícteto, del mismo modo que cuando adoptamos una postura erguida, proactiva y abierta nuestro cerebro percibe mediante ese input una dosis extra de seguridad y confianza hacia el desafío que tenemos delante. De hecho este fenómeno no es exclusivo de los humanos, en la naturaleza podemos observar como los animales adoptan posiciones agrandando su cuerpo, extendiendo sus extremidades o levantando su cuello para parecer más grandes, más fuertes o más peligrosos ante sus potenciales enemigos.

 

Una de las teorías clásicas de la emoción (James-Lange) nos dice que primero percibimos una situación, que ésta provoca una reacción motora, seguida de una respuesta visceral para finalmente aflorar la emoción, es decir, que tenemos miedo porque salimos huyendo y no al revés, estamos tristes porque lloramos. Con estas premisas podemos modelar las emociones mediante cada una de las reacciones motoras. Porque la emoción no es sino la sensación que tenemos sobre nuestras respuestas viscerales.

 

Manos a la obra ¡Nos ponemos en marcha! Uno de los gestos universales que muestran acción, disposición para realizar una tarea es una postura erguida, ya sea sentado o de pie. Para ello basta con probar a enderezar nuestra espalda y alargar el cuello, al mismo tiempo que llenamos nuestros pulmones de aire. De este modo nos sentiremos con un ánimo renovado, nuestro cerebro percibirá que estamos dispuestos hacia la acción.

 

¡Me siento genial! A veces necesitamos no sólo sentirnos así sino transmitirlo a nuestros interlocutores, ya sea por causar una buena impresión o por superar un reto, una entrevista de trabajo, por ejemplo. Aquí debemos mostrar especial coherencia entre nuestro discurso y nuestros gestos, las manos hay que mostrarlas, la credibilidad es el símbolo de nuestra posición adelantada hacia el interlocutor, del mismo modo que nuestra mirada debe ir acompañando a la escucha con gesto de comprensión y cierta complicidad.

 

¿Qué gestos debemos evitar? Hay ¡una serie de gestos corporales que pueden ser interpretados de forma negativa como taparse la boca con las manos mientras hablamos; otro gesto que podría delatar una inseguridad o miedo es rascarse el cuello, o tocarse la nariz, frotarse un ojo o acariciarse la oreja, estos gestos estarían asociados con nerviosismo, timidez o desinterés.

 

Si bien muchos de nuestros gestos forman parte de un automatismo en la conducta y reflejan en parte un modo de adaptarnos a distintas situaciones, no hay un correlato exacto como si de un abecedario se tratase, más bien hablaríamos de una forma de relacionarnos con los demás donde seamos capaces de transmitir, confianza, seguridad y credibilidad al mismo tiempo que estamos regulando nuestra percepción sobre nosotros mismos y con ello nuestras emociones.

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